Un viaje al inconsciente del escritor Andrés Caicedo

Las películas, como la literatura, tienen vida propia y se toman el tiempo para encontrar su espectador, su lector. En términos del cine de horror, que impregna la vida y la obra cinemetográfica y literaria de Andrés Caicedo, Balada para Niños Muertos es como uno de esos seres fantásticos, un zombie que vaga negándose a morir hasta que encuentra el destino que le han trazado. Es una sobreviviente en un mundo hostil.

El estreno no sucedió en 2020 como estaba planeado, Festival de Cine de Cartagena, mar, galas, Roger Corman, el productor estrella del cine de terror, confirmado. En una ironía del cine y la vida, Corman, el referente de Andrés, el mismo al que buscó en Hollywood a los 23 años para presentarle unas versiones muy personales de Lovecraft y cuyo encuentro fallido lo hizo trizas, era el invitado para engalanar el documental sobre él. Entonces ocurrió en la realidad lo que en las películas de horror: todos los flashes listos y un virus encerró de miedo al mundo por dos años. ¡La peste, la peste!

Quizá Andrés, con esa fuerza que da el mito, retrasó todo para que su documental, poblado de zombies y espectros que reflejaban su tragedia familiar, sus tinieblas internas y la muerte que se puede sentir y olfatear tras la explosión de los camiones con pólvora en Cali, se asemejara a un zombie que sobrevive y se aparece en un escenario más afín. La película aparece entonces después de una pandemia, durante una crisis, atravesando un apocalipsis en cámara lenta. Así, Balada para Niños Muertos, como los zombies, cumple el destino asignado por el mito y encuentra fuera de los reflectores a sus verdaderos espectadores, los halla en los que pasan de película a película buscando sus propios monstruos.

Balada para Niños Muertos muestra a Andrés Caicedo más allá de la literatura y la dramaturgia, más allá del suicidio y la caleñidad. Aprovecha, desde su afiche basado en La Noche de los Muertos Vivientes de George Romero, las referencias al cine de horror clásico para mostrar el inframundo en el que Caicedo pasaba sus horas y permite apreciarlo de forma más íntima y desconocida, incluso para sus amigos. El documental, premiado en varios festivales de cine de horror, se acerca a la juventud, a la familia, la reflexión y la fuerza creadora del dolor interior, apoyado por los testimonios de Rosario Caicedo, Luis Ospina, Eduardo Carvajal, Guillermo Lemos y Sandro Romero, bien puede ser una película de espanto, un thriller del que conocemos el final o una pieza que da brillo y cimientos para apreciar a un autor universal que en esa mezcla de cine y literatura de horror y alta cultura le diera el álito inicial a lo que en todo el mundo se conoce como el Gótico Tropical.